Silas Marner



Análisis de personajes de Silas Marner

Silas no es de ninguna manera un personaje heroico. No es notablemente inteligente, valiente o desinteresado. Es producto del deseo de Eliot de suscitar simpatía por la humanidad ordinaria e imperfecta que se ocupa de sus asuntos cotidianos.

Silas cambia mucho a lo largo del libro, pero una parte de él siempre sigue siendo «el mismo Silas Marner que una vez amó a su prójimo con tierno amor y confió en una bondad invisible». Ese amor y esa confianza originales parecían aplastados por los males que le sucedieron, pero vuelven con una fuerza aún mayor, y parece natural que así sea. Los cambios en el carácter de Silas nunca son arbitrarios. Tienen raíces; se desarrollan naturalmente a partir de su pasado. La traición de William Dane le cuesta a Silas su fe en los hombres, y la traición de Draw le quita la fe en un Dios justo. El segundo robo pone en el lugar del Dios justo la visión de un «poder cruel». Sin embargo, debido a que cree en un poder, Silas puede creer que Eppie fue enviado para su salvación y, a través de la influencia de Eppie, encuentra una nueva fe en la bondad de otros hombres.

La parte inmutable del carácter de Silas es la que requiere algún apoyo en el que pueda apoyarse, algo que sostenga su coraje para enfrentar la vida. Cuando pierde su religión, vuelve a su trabajo y luego a su oro. Cuando se le acaba el oro, encuentra mejor apoyo en un niño, lo que finalmente lo lleva a tener fe en sus semejantes y en su propia fuerza.

Silas siempre es honesto, tanto consigo mismo como con los demás. Es incapaz de cuestionar la corrección de la doctrina de la Iglesia y no creerá fácilmente que William lo traicionará. Más tarde, no se atreve a imaginar nada sospechoso sobre el extraño vendedor ambulante, incluso cuando quiere creer que el hombre puede haber sido el ladrón. Pero mientras conserva algunas buenas cualidades, pierde su simpatía por los hombres, y así todos sus afectos corren el peligro de marchitarse. Se vuelve casi muerto para el mundo. Pero cuando aparece en las páginas finales como un hombre de nueva fe, no ha sido simplemente restaurado a su posición original. Ganó madurez y fuerza interior. Tiene el coraje de entregar a su hija, su tesoro, por ella. Su fe no se basa en una doctrina incuestionable; en cambio, sobrevive a pesar de sus dudas. Su triunfo no es abrumador, sino creíble, humano.



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