Segmento 8



Resumen y Análisis Segmento 8

Resumen

Marchando en filas de cinco por la chimenea del crematorio, Elie y su padre se dan la mano. Elie anticipa una ducha caliente; su padre, que al principio se queda sin palabras, protesta marchando hacia las duchas y se desmaya entre los cadáveres. Elie le grita al viejo perdedor, que se vuelve infantil y vulnerable al aceptar la proximidad de la muerte. Suena una sirena; el campamento se oscurece. Las SS llevan a Elie a la cuadra, donde sirve calderos de sopa y duerme en una cama con gradas. A la luz del día, se da cuenta de que ha abandonado a Chlomo. Horas más tarde, Elie encuentra al anciano con fiebre y pidiendo café. Las autoridades obligan a Elie a abandonar el cuartel hasta que se despeje. Cinco horas más tarde, regresa con su padre y descubre que los guardias retienen la comida de los que están mortalmente enfermos. Elie le da las sobras de su sopa.

El anciano sufre de disentería. Tu mente divaga a medida que tu fuerza se desvanece rápidamente. Tres días después, de camino a un baño, pasa junto a su hijo sin reconocerlo. Más tarde, en su litera, recibe una explosión de energía y susurra la ubicación del oro escondido en el sótano de la familia, luego vuelve a respirar con dificultad. Un cirujano se niega a tratarlo. Elie comienza a comparar su propia actitud hacia el anciano con la del despreciable hijo del rabino Eliahou.

Durante una semana, Elie se retuerce las manos y se cierne sobre la litera de su padre. Los presos cercanos golpeaban al anciano porque ensuciaba su ropa de cama. El jefe de la manada le aconseja a Elie que piense en sí mismo, coma ambas raciones de comida y deje que su padre muera. Elie está de acuerdo en secreto, luego se castiga a sí misma con la culpa. Mientras su padre sigue llamando a Elie, un oficial de las SS golpea el cráneo del anciano con un garrote. Elie, demasiado cansado para vigilar, se va a dormir en una litera superior. Al amanecer del 29 de enero, Elie se despierta y descubre que otro inválido ocupa la litera de su padre. Supone que su padre fue llevado al crematorio y recuerda que la última palabra de su padre fue «Eliezer». Demasiado cansado para llorar, Elie se da cuenta de que la muerte lo ha liberado de una carga condenada e irrecuperable.

Análisis

La visión psicológica de este capítulo confronta al lector con el egoísmo obstinado que alimenta un cuerpo cansado. Elie, empujado más allá de su capacidad para hacer frente al hambre, el frío, la enfermedad, la rutina del campamento y la crueldad, pierde su capacidad de concentración y se regocija ante la finalidad de la muerte prolongada de su padre. Una ironía flagrante surge de la demanda de agua del anciano y sus llamados a «Eliezer», un nombre hebreo que significa «Dios ayudará». El realismo exige que Elie acepte la verdad de que Dios no da ni ayuda ni dignidad a las víctimas de Buchenwald. En los últimos días de Chlomo, sufre sin el consuelo, la medicación o incluso la seguridad de los brutales compañeros de prisión. La culpa que Elie acumula sobre sí mismo se desliza en su mente en forma de temores insidiosos de que su padre podría estar respirando cuando lo arrojaron al horno y lo quemaron hasta las cenizas. La innoble muerte de un gentil humanitario, profundamente amado y venerado por los ciudadanos de Sighet, atormenta a Elie, un hijo respetuoso y obediente que lamenta no poder responder a la última llamada de su padre. En su imaginación, la ausencia de oraciones y velas oscurece el paso del espíritu de su padre desde Buchenwald hasta su descanso final. El 29 de enero de 1945, energizado por la liberación del oneroso cuidado de su padre, Elie comienza a vivir por sí mismo.



Deja un comentario