Ricardo II



Análisis del personaje Ricardo II

Como rey, Ricardo es supuestamente divino y todopoderoso; como hombre, es un mortal ordinario y presa de sus propias debilidades. La tragedia particular de la obra, para Richard, radica en verse obligado a enfrentar esta dualidad. Shakespeare demuestra que tal vez el temperamento de Richard no sea adecuado para el papel que la historia quiere que desempeñe. Sus decisiones como monarca parecen irracionales y arbitrarias; no escuchará los sensatos consejos del viejo Gaunt y se apodera cruelmente de las riquezas que pertenecen a sus nobles.

Es solo durante su testimonio y su arresto que Richard muestra su mayor fortaleza como figura dramática. Aunque ocasionalmente parece mostrar autocompasión (Bolingbroke lo acusa de esto), también revela una aguda conciencia de las ironías y absurdos en la estructura de poder de su reino. Si bien continúa recordando a los asistentes el mandato que Dios le dio para gobernar, también parece complacerse en pasar las pruebas de la realeza a su sucesor.

Los últimos discursos de Richard se encuentran entre los más bellos de la obra. Es como si Shakespeare le diera al hombre mismo, despojado del poder político, la posibilidad de alcanzar un poder humano que supere el sufrimiento y se convierta en autoconocimiento.



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