El ensayo de George Orwell, Politics and the English Language, comienza refutando las presunciones comunes que sostienen que el declive del idioma inglés es un reflejo del estado de la sociedad y la política, que esta degeneración es inevitable y que es inútil resistirse a ella. Esta idea desalentadora, dice, se deriva de una comprensión del lenguaje como un «crecimiento natural» más que como un «instrumento que damos forma para nuestros propios fines» (251). Como instrumento, el lenguaje puede manipularse para diversos fines. Como mostrará Orwell, el lenguaje también puede manipular a quienes lo usan inconscientemente.
Presenta una lista de hábitos corruptos que hacen que los escritores piensen mal y, por lo tanto, escriban mal. La lista incluye metáforas no originales o mixtas, dicción pretenciosa y lenguaje abstracto o sin sentido. Cuando una persona se vuelve perezosa, permite que su lenguaje piense por ella. De esta forma, los escritores políticos acaban siguiendo una línea de partido. Al usar frases hechas, simulan la ideología sin pensar. El pensamiento independiente es necesario para una vida política sana.
Así como el lenguaje corrupto sofoca el pensamiento original e independiente, tiene un propósito político. Orwell demuestra el efecto engañoso de varios términos políticos, mostrando cómo el lenguaje elevado, complejo y abstracto disfraza activamente realidades concretas feas y violentas. De esta manera, el lenguaje abstracto se convierte en un medio para que los escritores políticos «justifiquen injustificables». Presenta una lista de herramientas que pueden usarse para resistir el lenguaje deshonesto.
Orwell ve el uso del lenguaje honesto como un acto político en sí mismo, una forma de resistencia contra las manipulaciones insidiosas y generalizadas de las estructuras retóricas. Dice que en una atmósfera de “política terrible” (como la época en la que escribe), el lenguaje corrupto es casi inevitable. Pero esto no hace que la resistencia en su contra sea inútil. Vuelve a la afirmación con la que comienza: que el lenguaje es una herramienta y no un crecimiento evolutivo natural. Por tanto, es posible manipular esa herramienta. Sin embargo, requiere un esfuerzo diligente y consciente por parte del escritor o orador político. Orwell cree que el lenguaje sin sentido y activamente engañoso puede identificarse y resistirse mediante el ridículo y, sobre todo, mediante un compromiso diligente con la representación honesta.