Análisis de personajes Mathilde de la Mole
Mathilde es una Julien femenina, pero su rebeldía es estéril, motivada únicamente por la sed de romance, lo bizarro, lo insólito. En cierto sentido, ella es una víctima del orden social imperante tanto como Julien, ya que asfixia su imaginación y su potencial energético. Su agresividad y carácter dominante la hacen, en efecto, desempeñar un papel masculino, lo que explica en parte la impresión que da de rival a Julien.
Su temperamento romántico se vio agravado por la ausencia de cualquier medio para expresarse. Después de concebir la idea de que solo la sentencia de muerte podría distinguir a un hombre, recurre a tratar de vivir esa idea en la vida real. Su orgullo aristocrático es tan grande como el miedo al ridículo de Julien, y esta lucha resulta ser un obstáculo casi insuperable para la realización de su amor. Su orgullo y vanidad frustran la expresión de su naturaleza romántica, que es un poco lo contrario del dilema de Julien: su sensibilidad irrumpe constantemente para frustrar su comportamiento preconcebido.
Paradójicamente, los defectos de carácter que les impiden alcanzar la felicidad son los defectos necesarios del yo superior. Mathilde no debería haber intelectualizado su pasión implica Stendhal con desaprobación, pero debido a este defecto, Mathilde puede considerarse entre los «pocos felices». Su pasión controlada por la razón representa otra variación del ideal imposible del propio Stendhal: amar y no perder el control. Al igual que Julien, está a la altura de su propia moralidad exigente. En resumen, como Mathilde ha realizado plenamente su sueño romántico al final de la novela, uno puede visualizarla infeliz solo después de que han cesado sus últimos arrebatos y, encontrándose de nuevo en la banalidad de la realidad, busca una nueva aventura. .