Libro I



Resumen y Análisis Parte 3: Marius: Libro I

Resumen

Hugo abre esta sección con un homenaje sentimental al gamin o chico de la calle parisino. El gamin es para él una perla de inocencia escondida bajo la depravación y la miseria exteriores. Usa jerga, habla con prostitutas, frecuenta bares, viste harapos, canta canciones lascivas y se burla de la religión. Sin embargo, a pesar de toda su aparente inmoralidad, despierta admiración. Su escepticismo se burla de la farsa y la convención. Está servido por un ingenio vivo y un vocabulario pintoresco. A veces, cuando está suficientemente excitado, el gamin se eleva a lo sublime. Para usar la imagen de Hugo, este puñado de barro se convierte en Adán cuando es encendido por el soplo divino. Y es feliz a pesar de su miserable pobreza. La calle es para él un ámbito siempre apasionante lleno de maravillas, lleno de aventuras. Por la noche, se pierde en la magia del teatro.

Han pasado nueve años desde los hechos relatados en la segunda parte. Hugo ahora presenta a Gavroche, un niño de once o doce años, ingenioso, libre, hambriento, un poco ladrón, vestido con ropa de segunda mano, un típico mocoso parisino. Sin embargo, hay un trasfondo trágico en su vida. Fue cruelmente abandonado por sus padres, brutalmente expulsado del nido. Sin embargo, a pesar del distanciamiento, cada pocos meses va a ver a su madre a la Casa Gorbeau. La visita es invariablemente deprimente. Gavroche es aclamado por la pobreza abismal, el hambre y, lo que es peor, la indiferencia. La conversación es lacónica y objetiva:

– ¿De dónde vino usted?

– La calle.

– ¿A dónde vas?

— De vuelta a la calle.

– ¿Por qué viniste?

Análisis

Ya estamos acostumbrados a la técnica dramática de Hugo de pasarnos abruptamente de lo conocido a lo desconocido, en un cambio de trama más aparente que real, y estamos seguros de que, si tenemos paciencia, eventualmente nos traerá de regreso a Juan Valjean.

El problema del niño abandonado ya se ha planteado con Cosette. Hugo vuelve a eso aquí al presentar a Gavrocbe, quien es, en más de un sentido, como veremos, una especie de hermano menor de Cosette, pero aún más desafortunado que ella. Sin embargo, donde la desgracia la entorpecía, solo agudizaba la inteligencia de Gavroche.

En 1830 la esperanza media de vida de un hijo de burgués era de ocho años; de un trabajador, dos. Esta estadística contribuye en gran medida a explicar el fenómeno del juego de París: los niños que sobreviven al abandono de los padres y la tasa de mortalidad urbana ya han demostrado ser notablemente flexibles y robustos y, en cierto sentido, son la mejor opción. Con aguda observación y tierna empatía, Hugo retrata su coraje y sus sufrimientos, su irreverencia y su audacia, y los exalta como símbolos de ese espíritu que hace de París la capital del mundo. Y finalmente, los utiliza como un revelador argumento a favor de la escolarización universal: si ellos, sin educación, muestran tanto ingenio, inteligencia y sagacidad, ¿qué no podrían lograr con la educación?



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