la duquesa de york



Análisis del personaje La duquesa de York

La madre de Eduardo IV, Clarence y Richard invitan nada más que la más profunda simpatía en esta obra. Sobrevivió a la muerte violenta de su esposo e hijo Clarence; vio a otro hijo, el rey Eduardo IV, marchitarse y morir, dejando su reino dividido por la disensión. Pero la cruz más grande que carga es saber que es la madre del monstruoso Ricardo: «Es mi hijo -sí, y en eso mi vergüenza-«. Sin embargo, cuando madre e hijo intercambian palabras por primera vez, ella no puede negarle la bendición que él hipócritamente pide. Hay suprema ironía y patetismo en sus palabras:

Dios te bendiga, y ponga mansedumbre en tu mente,
Amor, caridad, obediencia y verdadero deber. (II. ii. 107-108)

Esta bendición tampoco es para inducir a uno a suponer que la duquesa se convierte en alguien que es engañado por el archi-villano. Es un pedido sincero a Dios que Ricardo se reforme. Anciana en años y afligida, puede sentir simpatía incluso por esa figura aterradora, la reina Margarita, destino de la casa de York.



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