Isabela



Análisis del personaje de Isabella

Una novicia, hermana de Claudio. Cuando aparece por primera vez, Isabella está a punto de ingresar en la orden de Santa Clara. Shakespeare la retrata como muy pura y estrictamente moral. El público se entera por primera vez de ella por su hermano, quien le dice a Lucius que tiene «un dialecto propenso y mudo, / como se mueven los hombres; además, tiene un arte próspero / cuando juega con la razón y el habla, / y bien puede persuadir». (I. ii. 188-91). Cuando Lucius le pide que convierta esta persuasión en el bien de su hermano, él le dice:

os guardo como cosa enaltecida y santificada,
Por su renuncia un espíritu inmortal,
Y para ser sincero,
Como con un santo. (I.iv. 34-37)

El duque, después de conocerla brevemente, la considera lo suficientemente alta como para ofrecerle matrimonio.

Los críticos tenían puntos de vista diabólicamente opuestos sobre el carácter de Isabella. Una facción la ve como uno de los mejores y más fuertes personajes femeninos de Shakespeare, una mujer de gran virtud y magnífica pureza. Señalan sus brillantes discursos con Angelo sobre el cristianismo, el poder y la misericordia, y su feroz denuncia de la traición de Angelo y la cobardía de su hermano. Se la ve como el símbolo de la bondad y la misericordia en un contexto de decadencia moral. La otra facción la ve como una hipócrita y una hipócrita. Señalan que ella parece despreocupada por el crimen de su hermano, pero está muy horrorizada de cometer la misma transgresión, incluso para salvar la vida de su hermano. Sin embargo, aparentemente no tiene reparos en pedirle a Mariana que comparta la cama con Angelo.

La razón por la que fue más criticada es su aparente falta de simpatía por Claudio cuando él le ruega que lo salve cediendo al deseo de Angelo. Ella se vuelve hacia él violentamente, disgustada por su debilidad. Después de un discurso mordaz en el que le dice a Claudio que él no es el verdadero hijo de su padre, ella lo enfurece y nunca más le habla en la obra.

Los partidarios de Isabella señalan que las miradas y las acciones pueden hablar tan fuerte como las palabras, y la forma en que hermano y hermana actúan en la última escena puede suavizar sustancialmente la fricción anterior entre ellos. Señalan además que el tipo de profunda convicción y compromiso cristiano que tenía Isabella, combinado con un afecto sincero por su hermano, le causaría una gran angustia al cumplir con las demandas de Angelo. Ciertamente, estuvo bajo una gran tensión emocional durante la escena de la prisión con su hermano. Quizás el enojo que ella le muestra sea solo su forma de fortalecerse para anteponer las convicciones religiosas al amor por su hermano. Su afecto genuino por Claudio también puede explicar su incapacidad para reaccionar con horror al enterarse de su crimen. Cuando se dirige por primera vez a Ângelo para suplicar piedad por Claudio, expresa sus sentimientos encontrados de disgusto por el crimen y amor por el hombre:

Hay un vicio que la mayoría de la gente odia,
Y la mayoría de los deseos deben recibir el golpe de la justicia;
por lo que no suplicaría, pero que debo;
por lo que no debo suplicar, pero que soy
En guerra entre voluntad y no voluntad. (II. ii. 29-33)



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