Análisis de personajes de Hans Castorp
Quizás la mayor ironía de la novela es la caracterización que hace Mann de Castorp como «simple». Todos los personajes que rodean a Castorp son «más simples» en el sentido de estar totalmente comprometidos con alguna causa o idea sin experimentar las complejidades de la realidad. La verdadera realidad, Mann se propone mostrarnos, se manifiesta en opuestos y contradicciones. A lo largo de la novela, Castorp permite que puntos de vista conflictivos se desarrollen sobre sí mismo sin comprometerse por completo con ninguno de ellos, ni siquiera con el de Settembrini o incluso con el suyo propio al final del sueño de nieve. Permanece vacilante, ambivalente en sus sentimientos y retenido por la pasividad. Surge la pregunta de si puede, o incluso quiere, tomar decisiones y tomar posiciones claras. Quizá prefiera pasar deliberadamente de una posición a la opuesta ya la síntesis; cuanto más hace esto, más se da cuenta de que esto es lo que implica comprender la realidad. Cuanto más tiempo mantenga su enfoque sin concesiones, menos capaz se vuelve de tomar una decisión.
Por lo tanto, Castorp es quizás un héroe en busca que, según el crítico Herman Weigand, «nunca habría cruzado los límites establecidos originalmente para su estancia si… cualquier descripción razonablemente satisfactoria del significado y propósito de la vida del hombre» le hubiera ofrecido propio a él. Tal como estaban las cosas, tenía que tratar de encontrar significado fuera del mundo «normal». Lo encuentra en el ideal de equilibrio entre los extremos y, eventualmente, en la afirmación del bien. El hecho de que no pueda darse cuenta de lo que ve como un sueño puede haber sido usado en su contra. Sin embargo, el lector también debería ver que el objetivo de Mann era mostrar que los ideales tienen una forma de desafiar los logros satisfactorios.
Según el propio Mann, la novela es la suma total de sus propias experiencias contadas desde su propio punto de vista, como Castorp. Castorp tiene grandes dificultades para tomar decisiones y tomar posiciones claras porque es -como lo fue Mann- el campo de batalla entre el mundo «normal» y sus estándares convencionales y el «mundo de arriba». Cualquiera que quede atrapado entre los dos está en problemas. Tal es el caso de Castorp, el «burgués perdido», el epíteto que Mann usó para describirse a sí mismo.
Pero Castorp no es sólo «el hijo delicado de la vida». Es también la personificación de la precaria situación de la civilización antes de la Primera Guerra Mundial. Ha perdido su objetivo y está atrapado en una indiferencia autodestructiva ante el desastre, cuando no en la simpatía. El síntoma externo de esta situación es su enfermedad. Al mismo tiempo, el desarrollo de la enfermedad de Castorp es el requisito previo para su creciente autoconciencia. Solo las personas por encima del promedio como él pueden obtener una existencia más espiritual de su enfermedad, ya que saca a la luz cualidades superiores latentes. Clavdia también está enferma, pero en su caso la enfermedad sólo aumenta sus características puramente físicas.
En todos estos aspectos nunca debemos olvidar a Thomas Mann, el maestro de la ironía. La ironía le permite llenar los espacios entre los puntos de vista profesando dudas por todos lados. Nos advierte que mantengamos una distancia escéptica de lo absoluto.