Don Juan Tenorio



Análisis del personaje de Don Juan Tenorio

El antepasado aristocrático de Jack Tanner sí se parece a Tanner, pero no debe confundirse con su descendiente aún en tierra. Shaw lo describe con «un rostro más crítico, exigente y atractivo, más pálido y frío, sin la credulidad y el entusiasmo descarados de Tanner, y sin un toque de su vulgaridad plutocrática». Tus modales son impecables. Si bien expresa sus creencias con convicción, no confía en sorprender a sus oyentes como lo hace Jack. Es el arquetipo del hombre filosófico al que rinde homenaje en su largo discurso autobiográfico. Cuenta en detalle cómo se desarrolló intelectualmente. Del Artista, un hombre romántico, había aprendido a adorar a la mujer; de ella aprendió la verdad sobre la relación entre los sexos y los roles de hombre y mujer en el esquema más amplio de la naturaleza. Así fue conducido a la más alta verdad sobre el destino del hombre.

Es don Juan quien le explica a doña Ana que todos los malos se encuentran a gusto en el Infierno y que el Infierno es «la casa de los irreales y de los que buscan la felicidad», así como la «casa del honor, del deber, de la justicia». y las demás de las siete virtudes mortales», en cuyo nombre se hace todo el mal del mundo. Él mismo rechazó hace mucho tiempo la comodidad y la felicidad como meta en la vida. Además, había «repudiado todo deber, pisoteado el honor y ridiculizado la justicia». En una palabra, él no es uno de los malvados y no está cómodo en el Infierno; el lugar lo aburre insoportablemente. El diablo lo describe como un «egoísta frío y egoísta». Pero a don Juan no le molesta esta valoración satánica de su carácter. Está asqueado por el sentimentalismo y la presunción del Diablo, y especialmente por la suave racionalización de sus creencias y actividades por parte del Diablo.

Don Juan es el orador consumado de la plataforma. Junto con El manual del revolucionario, sus discursos encarnan las ideas dominantes en la obra. El principal de ellos es el credo místico de la Fuerza Vital. Es Don Juan quien introduce por primera vez este término. Su ambición es pasar el resto de sus días en una profunda contemplación que lo conducirá, está seguro, a la aparición final del Hombre Filosófico, el Superhombre del futuro. Inevitablemente, entonces, renuncia al Infierno, la morada de los que se engañan a sí mismos, y parte hacia el Cielo, la morada de los verdaderos realistas.



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