Análisis del carácter de Creonte
Quizás más que cualquier otra figura en la trilogía de Edipo, Creonte, el cuñado de Edipo, parece ser un personaje muy diferente en cada una de las obras.
En el interior Edipo el Rey, Creonte encarna la voz de la razón. Con la tormenta de Edipo, Creonte mantiene la calma; cuando Edipo clama ser desterrado, Creonte lo protege con dulce firmeza. Al final de la tragedia, Creonte demuestra ser sensato y responsable, un buen líder para Tebas, ahora sin rey.
En el interior Edipo en Colono, en contraste, Creonte se muestra astuto y manipulador, dispuesto a hacer cualquier cosa para lograr sus objetivos. Cuando Creonte ve que las palabras halagadoras no conmueven a Edipo, no tiene reparos en tomar como rehenes a Antígona e Ismene y amenazar a Teseo con la guerra. Enojado y atento a su voluntad, Creonte aparece como el epítome del líder malvado y despiadado, impermeable a las leyes de los dioses o de la humanidad.
Como el rey de Tebas en Antígona, Creonte es un autócrata completo, un líder que identifica el poder y la dignidad del estado completamente consigo mismo. En lugar de aceptar la realeza como un deber -como estaba dispuesto a hacer Creonte a finales de Edipo el Rey — el Creonte de Antígona él tiene el trono como su derecho incuestionable y gobierna Tebas por su propia voluntad, no por el bien de la gente. La locura de poder de Creonte lo vuelve inflexible y vengativo, incluso con su propio hijo, quien le habla tan razonablemente como el Creonte de Edipo el Rey habló con Edipo. Lleno de orgullo y ambición al principio, al final de la obra, Creonte sufre la ira de los dioses y termina, en sus propias palabras, como «nadie. Nada» (Antígona 1446).