Análisis del personaje de Clyde Griffiths
La víctima-protagonista de Dreiser codicia el sueño americano del éxito. Está dispuesto a adquirir riquezas materiales para comprar ropa costosa, ser conducido en hermosos automóviles y cenar en restaurantes lujosos. Anhela aventuras amorosas, tanto eróticas como románticas. Confía en sus compañeros de aventuras, buscadores de placer como él, que disfrutan de fiestas bien iluminadas y llenas de música. Y finalmente, considera de suma importancia la libertad personal y la independencia como forma de escapar del dolor, la responsabilidad, la vergüenza y la familia.
A lo largo de su corta vida, Clyde vio que la estrecha dependencia de su familia en la oración y el precepto no traía éxito, solo problemas. Su padre resignado, a diferencia de su tío rico, es un fracaso. Clyde detesta la pobreza y la ignorancia de su familia, su incapacidad para ayudarlo y darle las cosas que quiere. Le molestan las vergonzosas labores religiosas de sus padres en los tristes hogares de las misiones y en las calles de la ciudad. Su desarraigo contribuyó a su educación desigual y su sensación de sentirse siempre como un extraño.
Frustrado por su entorno sórdido e impulsado por su emocionalismo y sentido del romance exótico heredado de su padre, el solitario Clyde sueña despierto con el éxito. Fuera del mundo misionero, su respuesta a ciertas formas físicas – ropa, niñas, casas iluminadas – es fuerte. Sobre ellos proyecta su envidia, lujuria y melancolía. Aunque ansioso por el placer, todavía razona sobre sus consecuencias adversas. Pero como es débil por naturaleza, intuye que, para bien o para mal, poderosas fuerzas internas y externas lo abruman. Derrotado por la tentación, instintivamente racionaliza, y su recompensa es un sentido renovado de su propia gloria y valor.
Detrás del progreso de Clyde de la vida de clase baja a media y alta hay una moralidad débil, a veces viciosa. Desde el principio, el apuesto Clyde Griffiths se caracteriza por ser nerviosamente refinado. Como mensajero, aprende a complacer a diferentes tipos de personas y a adaptarse al canibalismo social que lo rodea. Aunque exteriormente respetuoso, se mantiene apartado del vulgo tanto por debajo como por igual a su rango. Oculta su origen pobre, indulgencias secretas y comportamiento sospechoso en evasivas y mentiras descaradas. Su instinto de huir de las obligaciones y los accidentes convierte su cobardía mental y moral en un asesinato mental y «accidental».
En la Casa de la Muerte, recurre a su madre y al Reverendo McMillan, tratando de encontrar al Dios en el que nunca creyó. McMillan es tan paciente y sincero que Clyde derrama su confesión y logra una sensación de alivio y confianza. Pero sin esperanza de que se suspenda la ejecución, Clyde queda en duda. Aunque McMillan le promete la salvación, el número 77221 se siente muy pequeño mientras se sube a la silla eléctrica. Irónicamente, Clyde Griffiths parece estar reencarnado en la patética figurita de su sobrino Russell.