Resumen y Análisis Libro 1: Capítulos 6-7
Resumen
Agustín habla de su infancia, que solo conoce por el relato de sus padres. Según este relato, Agustín se volvió más consciente y trató sin éxito de comunicar sus deseos a los adultos que lo rodeaban. Solo Dios puede decir si las personas existen de alguna manera antes de la niñez; Agustín dice que su propio conocimiento se limita a lo que Dios revela. Dios no conoce pasado ni futuro, sólo un presente eterno. Incluso cuando era niño, Agustín no estaba libre de pecado. Al observar a los bebés, observa que tienen rabietas si no se salen con la suya, a pesar de que son demasiado débiles para causar daño real. Agustín agradece a Dios por los buenos dones de su cuerpo, su vida y sus sentidos, dones que reflejan el orden perfecto de Dios de todas las cosas.
Análisis
El capítulo 6 presenta la infancia de Agustín, aunque tiene poco que decir al respecto porque no puede recordarla. Aprovecha para hacer algunas observaciones sobre los bebés, que concluye en el capítulo 7. Destaca que todo lo que lo sustentaba, incluso la producción de leche materna, el instinto de una madre para alimentar a su hijo y el deseo de una madre por nutrir a un bebé , son parte del orden natural ordenado por Dios y reflejan la bondad y generosidad de Dios. Reconoce el orden que Dios da a todo el universo, del cual Dios es el modelo perfecto y supremamente bello. Este es un punto importante a recordar cuando, como en el Libro 10, Agustín adopta lo que parece ser una visión duramente negativa de los placeres de los sentidos. En marcado contraste con los maniqueos y platónicos, Agustín finalmente afirma que el mundo material es bueno porque Dios lo hizo, y el mundo material expresa la belleza y el orden perfectos de Dios.
Sin embargo, Agustín no comparte nociones alegres sobre la inocencia infantil. Cree en la idea del pecado original, heredado por todos los seres humanos del primer hombre, Adán. Agustín se apresura a señalar que Dios no hizo el pecado; el pecado es responsabilidad de la humanidad. Los puntos de vista de Agustín sobre el pecado original son complejos, y él no discute directamente el tema en el confesiones Sencillamente, el pecado original es la condición que inclina al ser humano al egoísmo ya la desobediencia, aun cuando quiera hacer lo contrario. El pecado original es evidente en las rabietas y la ira irracional de los bebés. En opinión de Agustín, incluso un bebé puede mostrar celos asesinos de su propio hermano en el pecho. De manera característica, Agustín razona a partir de la existencia cotidiana que tal comportamiento debe ser incorrecto, porque un comportamiento similar en un adulto sería condenado instantáneamente.
Agustín introduce la idea del lenguaje, los «signos» que trató de utilizar durante la infancia para comunicar sus impulsos interiores al mundo exterior. En esta etapa, las señales de Agustín eran lamentablemente inadecuadas, pero la inadecuación del lenguaje como herramienta para la comunicación genuina es una de las preocupaciones de Agustín, y reaparece en el capítulo 8 y más tarde en los libros 10 y 11. Con propósitos amorales, Agustín demuestra ambivalencia sobre el lenguaje mismo. . El lenguaje es necesario para la vida humana en sociedad y la transmisión del conocimiento de Dios, pero también se pervierte y corrompe fácilmente.
En esta discusión sobre la infancia, Agustín evita deliberadamente la cuestión de si los seres humanos existen antes del nacimiento o incluso antes de la concepción, sobre la base de que tales cosas simplemente están más allá del conocimiento que Dios ha tenido a bien revelar. Específicamente, Agustín evita hacer una declaración sobre si el alma existe antes de su unión con el cuerpo humano. Tanto los neoplatónicos como los maniqueos creían que el alma existía en un reino divino e inmaterial antes de entrar en su prisión de carne humana en el mundo material. Apoyar este punto de vista habría dejado a Agustín expuesto a acusaciones de que todavía era un maniqueo, o que era un neoplatónico con los adornos del cristianismo. Sin embargo, Agustín no refuta específicamente este punto de vista; simplemente se niega a abordarlo, porque es algo más allá de lo que Dios ha revelado al conocimiento humano.
Sobre el tema de los misterios más allá de la comprensión humana, Agustín aprovecha la oportunidad para discutir la eternidad de Dios; es decir, los seres humanos perciben el tiempo como un movimiento lineal, pasado, presente y futuro, pero para Dios, todos los tiempos son un presente simultáneo, un «hoy». Esta discusión del tiempo humano versus el tiempo de Dios reaparece cuando Agustín examina la creación del mundo en el Libro 11.