Capítulos 26-34



Libro de resumen y análisis 10: Capítulos 26-34

Resumen

Mal enamorado de la belleza del mundo, Agustín aprendió a amar la belleza de Dios al final de su vida. Ya sea rico o pobre, la vida trae innumerables tentaciones, de las cuales solo Dios puede salvar a las personas. Agustín considera los tres tipos de tentaciones: lujuria de los sentidos, curiosidad y poder. Dios le dio a Agustín la fuerza para abandonar la actividad sexual, pero su viejo hábito aún lo persigue como sueños eróticos. No se puede renunciar tan fácilmente a los placeres del gusto, porque hay que comer. Pero se debe tener cuidado de no tener un placer excesivo en satisfacer esta necesidad. Las tentaciones de los olores dulces no son difíciles de resistir para Agustín, pero las tentaciones del sonido, y especialmente de la música, son fuertes. Cuando Agustín oye cantar himnos, su razón se deleita en las palabras, pero siempre está tentado a dejar que su deleite irracional en los sonidos mismos se haga cargo. Las tentaciones de la visión son imposibles de evitar, porque están en todas partes, en color y luz. El amor a la luz física puede ser pecaminoso, pero Dios mismo ofrece luz espiritual. Todas las bellas artes y oficios humanos provienen de Dios, pero los seres humanos no pasan de estas bellezas inferiores a las bellezas superiores. La lujuria de los ojos está relacionada con la segunda tentación, la curiosidad. La curiosidad es una especie de deseo de conocimiento y experiencia en sí mismo. El teatro apela a este deseo, al igual que la ciencia, la magia y las demandas de los fieles de señales y milagros. La tercera tentación es el poder. Los seres humanos desean ser temidos o amados por los demás. Agustín admite que no puede controlar esta tentación, porque nunca puede separar su amor por sus semejantes de su propio deseo de aprobación.

Agustín medita sobre sus sentidos físicos y su memoria, ya través de ellos puede a veces ascender a un momento de contacto con Dios, pero nunca puede sostenerlo, por lo que vuelve a su antiguo yo. Solo Cristo, quien fue completamente humano y completamente Dios, puede mediar entre los humanos y Dios. Solo Cristo puede curar los pecados de Agustín y darle esperanza.

Análisis

De la memoria y el conocimiento de Dios, Agustín pasa a las tentaciones del mundo. Repasa las tres causas del pecado que mencionó por primera vez en el Libro 3:8 y que deriva de 1 Juan 2:16. La «lujuria de los sentidos» incluye la lujuria sexual, como siempre lo hizo Agustín, pero aquí, Agustín examina en detalle las tentaciones de los cinco sentidos. Como señala Agustín en la primera mitad del Libro 10, es a través de los sentidos que los humanos reciben el conocimiento del mundo y comienzan a formar las imágenes de la memoria. El mundo físico y los sentidos corporales que lo perciben están en la base de la ascensión platónica que conduce al alma a Dios. Otro punto de este examen es que el camino espiritual de Agustín no termina en su conversión o bautismo o en Ostia, donde termina su narración. Continúa luchando contra la tentación y confía en Dios para que lo sostenga. De hecho, Agustín termina su discusión de cada tentación con un llamado a la gracia y la misericordia de Dios para que le proporcione la manera de vencer esa tentación. Al final de este examen literario del pecado, Agustín se describe a sí mismo examinando meditativamente su cuerpo físico, el relato de sus sentidos, el funcionamiento de su mente, hasta que hace el ascenso platónico y alcanza brevemente algo así como la visión beatífica. La última parte del Libro 10, entonces, es una especie de representación literaria de las primeras etapas de la ascensión, en la que Agustín y el lector participan conjuntamente. Pero al igual que el Libro 7 y el Libro 10, la visión beatífica no puede sostenerse por mucho tiempo, porque los seres humanos materiales son demasiado débiles y limitados para alcanzar el reino inmaterial. Sólo Cristo, que fue plenamente humano y también plenamente divino, puede mediar entre el cielo y la tierra, lo espiritual y lo físico, Dios y la humanidad. Sólo Cristo salva a Agustín ya toda la humanidad de las abundantes e inevitables tentaciones y pecados que los acosan.

Es probable que los lectores modernos se sorprendan con el examen insoportablemente detallado que hace Agustín de los peligros inherentes a cada uno de los sentidos. Sin embargo, para Agustín, los peligros que representan son reales. La tentación de todos los sentidos, de la curiosidad y del amor al poder es, en última instancia, la lujuria, el amor desmedido a los bienes inferiores, físicos, que sustituye al sano amor al bien mayor, Dios.

Es particularmente difícil para los lectores modernos ver la curiosidad como un pecado. La gama de experiencias que involucran la curiosidad de Agustín es particularmente ecléctica: teatro, ciencia, astrología, incluso las distracciones de escenas naturales. La curiosidad para Agustín puede incluir lo que podría considerarse una curiosidad morbosa. También puede incluir orgullo intelectual; Agustín no condena toda observación de lo natural, pero condena buscar el conocimiento del mundo creado por él mismo y por el logro de haberlo comprendido, y no por lo que puede revelar sobre su creador. La curiosidad puede significar meter la nariz en áreas a las que no pertenece, como tratar de predecir el futuro o desentrañar los misterios del universo. O curiosidades el teatro es una especie de sensacionalismo, un ansia de emociones baratas. Incluso los cristianos devotos pueden ser culpables de ser inquisitivos cuando anhelan milagros y señales de Dios, en una especie de búsqueda de emociones espirituales. Todas estas curiosidades distraen la mente de buscar sustancia en Dios.

Agustín muestra aquí un agudo conocimiento de sus propias faltas, y en ninguna parte es más honesto que en el examen de su propio orgullo. A Agustín le gusta ser amado; le gusta hacer el bien y ser alabado por ello. Estas facetas de su carácter son evidentes incluso en su descripción de sí mismo cuando era niño. Pero el pecado está tan enredado con el comportamiento humano que Agustín no puede extraer una razón pura para su aceptación de la alabanza. Si un hombre elogia sus declaraciones, ¿está satisfecho por el progreso espiritual de su prójimo, o está satisfecho porque su vanidad es halagada? Para Agustín, este nudo no se puede desatar; sólo Cristo puede absolver a la humanidad de sus dolorosas contradicciones.

Glosario

atanasio C. 296-373, obispo de Alejandría, teólogo y santo, destacado por su ascetismo.



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