Capítulo LIX-LX



Resumen y Análisis Parte 2: Capítulo LIX-LX

Resumen

El caballero está tan melancólico después de su rudo encuentro con los toros que se niega a comer, mientras que Sancho se atiborra de toda la comida que puede. «Yo nací, Sancho, para vivir muriendo», grita Don Quijote, «y tú para morir comiendo». El escudero ruega a su amo que se anime, que prefiera una buena comida y un buen sueño a la desesperación, y el caballero entonces acepta algo de comida. En la posada donde encuentran alojamiento, que Don Quijote llama posada y no castillo, el caballero debe enfrentarse a otra fuente de burla. Aquí se encuentran con unos señores que están discutiendo un libro escrito por Avellenada que pretende ser la continuación de La Historia del Caballero de La Mancha y Sancho Panza. Don Quijote convence a los señores de que él y su escudero son los verdaderos héroes y que los personajes descritos en el libro son ficticios. Para desmentir la afirmación de Avellenada de que Don Quijote se dirige a Zaragoza, el caballero y el escudero se dirigen a Barcelona, ​​tras despedirse amistosamente de sus nuevos amigos.

Mientras descansan en el camino, Don Quijote piensa tanto en el desencanto de Dulcinea que no puede dormir. Decide azotar él mismo a Sancho y comienza a desabotonar los pantalones del escudero dormido. Despertando sobresaltado, Sancho pelea con su amo y, sentándose encima de él, lo obliga a renunciar a toda noción de azotes. Sin defenderse, Don Quijote accede. De repente, Sancho se pone nervioso al ver numerosos cadáveres colgados de los árboles; tu amo es genial al ver a todos estos bandidos muertos porque significa que están cerca de Barcelona. Sin embargo, cuarenta bandidos vivos los rodean poco después, y su líder, Roque Guinart, es un forajido educado al estilo de Robin Hood. Ordenando a sus hombres que traten a Sancho y al caballero con cortesía, Roque conversa con Don Quijote y pronto descubre su «lado ciego». De repente, una hermosa niña galopa hacia el jefe de los bandidos, rogándole su protección, ya que acaba de disparar y matar a su amante al enterarse de que se va a casar con otra persona. Siguiendo el rastro sangriento, Roque y sus hombres se encuentran con la triste procesión que lleva al joven herido, Don Vicente. Tomando su último aliento, el joven amante le dice a la doncella que siempre le ha sido fiel. La triste Claudia quiere pasar el resto de su vida en un convento. Roque ahora muestra cómo se ve un asaltante caballeroso. Sosteniendo un carruaje, sus hombres saquean a dos capitanes de infantería, una dama y dos peregrinos a pie. Queriendo no saquear mujeres ni soldados, Roque «pide prestado» suficiente dinero a los cautivos para pagar a cada uno de sus hombres dos coronas, luego da diez a cada peregrino, con otras diez a Sancho. Luego, con un salvoconducto, permite que el autobús continúe su viaje. Ahora Roque escribe una carta a un amigo suyo en Barcelona, ​​recomendándole para su disfrute el singular y ameno Don Quijote y Sancho Panza. Despacha la carta con uno de sus secuaces.

Análisis

Después de enfrentarse al escarnio de un autor-pirata, Don Quijote debe afrontar ahora la humillación de la revuelta de Sancho. Sin embargo, aceptando su destino, acepta las condiciones del escudero y la rebelión terminó. Sancho busca inmediatamente la protección de su amo cuando se sorprende al ver todos los cadáveres de los bandidos. La pelea de Sancho con su amo, sin embargo, es señal de que está madurando bajo la tutela de Don Quijote y que pronto podrá asumir una vida independiente al servicio del caballero. La gentil aceptación de Don Quijote de la victoria de Sancho, su pasividad en la lucha, muestra su sentimiento por la inminencia de la muerte.

Roque Guinart es un personaje simpático, muy parecido a Don Quijote en su afán de socorrer a los pobres y reparar los sufrimientos de las doncellas. Roque, sin embargo, a diferencia de Don, lleva una vida ansiosa e insegura. Si bien sus ideales caballerescos son los mismos, el forajido no tiene el beneficio de una mente distraída que lo ayude a transformar las realidades de su vida. Su quijotismo fracasado lo convierte en un personaje lastimoso frente a la libertad de realidad de la que goza el Don y de la que Roque tiene la incomprensión de mofarse.



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