Leo Tolstoy fue un novelista ruso nacido en 1828. Un profundo pensador social y moral, Tolstoy fue uno de los más grandes escritores de ficción realista de su tiempo. Hijo de un noble terrateniente, Tolstoy quedó huérfano a los 9 años y fue instruido principalmente por tutores en países como Alemania y Francia.
A los 16 años, se matriculó en la Universidad de Kazán, pero pronto se sintió insatisfecho con sus estudios y los abandonó poco después. Tras un breve y fútil intento de mejorar las condiciones de los siervos de su hacienda, se sumergió en las disipaciones de la alta sociedad moscovita.
En 1851, Tolstoy se unió al regimiento de su hermano en el Cáucaso, donde conoció a los cosacos. Más tarde retrató la vida natural de los cosacos con simpatía y realismo poético en su novela ‘Los cosacos’, publicada en 1863. Tolstoi completó dos novelas autobiográficas durante su tiempo en el regimiento y las obras recibieron elogios instantáneos.
De vuelta en San Petersburgo (ahora Leningrado), Tolstoi se interesó por la educación campesina y abrió una escuela primaria local que promovía la educación progresiva.
En 1862, se casó con Sofya Andreyevna Bers, de 18 años, miembro de una familia culta de Moscú. Durante los siguientes 15 años, formó una familia numerosa y finalmente tuvo 19 hijos. Durante este tiempo, también administró su patrimonio y escribió sus dos novelas más famosas, Guerra y paz (1869) y Anna Karenina (1877).
En la poderosa y singularmente emotiva novela Confesión, Tolstoi describió su inquietud espiritual y comenzó su largo viaje hacia la certeza moral y social. Los encontró en dos principios de los evangelios cristianos: el amor a todos los seres humanos y la resistencia a las fuerzas del mal. Desde dentro de la Rusia autocrática, Tolstoi atacó sin miedo la desigualdad social y las formas coercitivas de gobierno y autoridad de la Iglesia. Sus ensayos didácticos, traducidos a muchos idiomas diferentes, ganaron corazones en muchos países y de todos los ámbitos de la vida, muchos de los cuales lo visitaron en Rusia para pedirle consejo.
A los 82 años, cada vez más acosado por la disparidad entre sus enseñanzas, su riqueza personal y las interminables peleas con su esposa, Tolstoi se fue de casa a altas horas de la noche.
Se enfermó tres días después y murió el 20 de noviembre de 1910 en una estación de tren remota. A su muerte, fue elogiado en todo el mundo por ser un hombre maravillosamente moral. Esa fuerza y su arte universal y atemporal siguen siendo fuente de inspiración en la actualidad.