Resumen y Análisis del Libro VII: Análisis del Libro VII
En este libro se tratan dos temas. Son la incontinencia y el placer. Por incontinencia se entiende la falta de autocontrol adecuado. Se encuentra en algún lugar entre la virtud de la templanza y el vicio de la intemperancia. Indica una cantidad menor de autocontrol que la templanza, pero más de lo que pertenece a la intemperancia. El placer es discutido en varias partes del Ética a Nicómaco y en este libro en particular la atención se dirige a las formas específicas en que el placer puede influir en el curso de la conducta humana.
La discusión sobre la incontinencia que ocupa la mayor parte de este libro saca a la luz una característica importante de la ética griega que contrasta marcadamente con los puntos de vista presentados en la tradición judeocristiana. Tiene que ver con la relación entre el conocimiento y la realización de buenas obras. Entre los griegos parece haber sido dado por sentado que el conocimiento de lo que es bueno necesariamente sería seguido por una conducta correcta. Creían que era solo la ignorancia de lo que era realmente bueno para una persona lo que los llevaría a elegir lo que era malo. Esta era la opinión que había proclamado Sócrates y se encuentra en todos los escritos de Platón. Aristóteles está esencialmente de acuerdo con este punto de vista, pero cree que es necesario colocar ciertas calificaciones en la doctrina para ponerla en armonía con los hechos observados de la experiencia. Según todas las apariencias, parece ser cierto que las personas a menudo actúan en contra de lo que saben que deben hacer. En la tradición judeocristiana esto se explica diciendo que tanto la voluntad como el intelecto del hombre fueron corrompidos por la Caída por la cual se introdujo el pecado original en el mundo. No hay nada comparable a esto entre los filósofos griegos. Consideraban divina la razón y por lo tanto el elemento racional en el ser humano siempre estuvo del lado del bien. Fue a través de la influencia del cuerpo físico que la ignorancia y el mal que la acompañaba llegaron a tener un lugar en la vida humana.
Aparentemente, Platón era hasta cierto punto consciente del problema que implica hacer que el conocimiento sea equivalente a la virtud, ya que ofrece una explicación para mostrar cómo es posible que alguien conozca algo en un sentido de la palabra y aun así actúe en contra de él. Utiliza la analogía de los pájaros en un aviario. El aviario es dueño de todas las aves que se encuentran dentro del recinto, pero no las tiene todas en sus manos al mismo tiempo. Entonces se puede decir de un pájaro en particular que lo tiene y que no lo tiene. Esto es como la multitud de ideas que uno puede tener en su posesión, pero no todas ellas están en el centro de su conciencia en un momento dado. Dado que sólo las ideas de las que uno es plenamente consciente en ese momento pueden designarse como conocimiento real, es muy posible que actúe en contra de las ideas de las que fue consciente en otro momento. Esto parece implicar que hay grados de conocimiento, y la verdad de la doctrina de que el conocimiento es virtud pertenece solo a los grados más altos, o al menos a los grados más altos.
Aunque Aristóteles es algo crítico con la forma en que Sócrates y Platón formularon la doctrina, simpatiza plenamente con el núcleo principal de sus enseñanzas y defiende hasta cierto punto la premisa principal en la que se basa. La sustancia de su argumento es señalar varias formas en las que puede parecer que alguien está actuando en contra de su conocimiento cuando en realidad no es así. Por ejemplo, dice que una persona puede saber algo en el sentido de que está en posesión de la información y, sin embargo, en el momento específico su mente puede estar ocupada con otra cosa y no le presta atención. Esto es similar a la referencia de Platón a los pájaros en la pajarera. De nuevo, Aristóteles nos dice que un hombre puede conocer las reglas generales relativas a la buena conducta, pero no puede ver que el caso particular en cuestión está cubierto por la regla. Además, uno puede tener conocimiento de lo que es bueno, pero estar tan excitado por sus pasiones y deseos que deja de tener un significado definido para él.
Dado que los placeres y los dolores están tan íntimamente relacionados con lo que se considera bueno y malo, es necesario plantear algunas preguntas sobre ellos. Necesitamos saber si el placer siempre es bueno y si el dolor siempre es malo. Si se responde negativamente a estas dos preguntas, necesitamos saber en qué condiciones contribuye cada uno de ellos para bien o para mal. Primero, debe reconocerse que el placer no es algo que exista aparte de alguna actividad. Puede rastrear acciones que son beneficiosas para el individuo y la sociedad, pero también puede rastrear actividades que son dañinas. Los placeres están asociados tanto con las actividades corporales como con los procesos de la mente. Los placeres no siempre son buenos, ya que pueden hacer que lo que es dañino a largo plazo parezca atractivo en el momento. Tampoco podemos decir que los placeres sean necesariamente malos, pues no debe designarse como verdaderos placeres lo que acompaña a las acciones verdaderamente dañinas. La buena vida es aquella que encuentra placer en las actividades que contribuyen al desarrollo de la personalidad, no en aquellas que tienden a destruir o impedir su desarrollo. Visto de esta manera, ningún placer puede considerarse absolutamente malo en sí mismo, y los placeres que se asocian con el tipo correcto de actividades hacen una importante contribución a los valores de la vida.