Resumen y Análisis Libro I: Análisis del Libro I
La concepción de la bondad de Aristóteles se presenta en la oración inicial de este libro. “Todo arte y toda clase de investigación, y asimismo todo acto y propósito, parecen apuntar a algún bien; y así se ha dicho que el bien es aquello a lo que apuntan todas las cosas”. Este punto de vista parece obvio cuando nos detenemos a considerar el significado de la palabra «bueno» tal como se usa en nuestra experiencia cotidiana. Llamamos bueno a un acto si satisface una necesidad particular. La satisfacción de esta necesidad se considera entonces buena si es un medio para satisfacer alguna otra necesidad, y ésta a su vez es buena si satisface otra más. Eventualmente, este proceso debe llegar a algún punto que ya no sea un medio para algún otro fin, sino un fin en sí mismo. Este fin o fin último de la vida es lo que Aristóteles entiende por bien supremo. El objetivo del estudio de la ética es descubrir la naturaleza de este bien supremo y encontrar los medios apropiados para su realización.
Dado que la felicidad generalmente se considera como un fin en sí mismo y no como un medio para lograr otra cosa, parece bastante apropiado llamar a la felicidad el bien supremo o la meta última de la vida humana. Sin embargo, esto no será suficiente a menos que especifiquemos el tipo de felicidad que es más deseable, porque nada es más obvio que el hecho de que la naturaleza de la felicidad varía con el tipo de persona que la experimenta, y lo mismo ocurre con respecto a los métodos. por el cual se obtiene. Algunas personas encuentran la felicidad en la búsqueda de placeres sensuales. Otros la encuentran en la búsqueda de la riqueza o el honor, y otros la encuentran en actividades asociadas con la vida contemplativa. Ciertamente, los tipos de felicidad obtenidos por estas diferentes actividades no tienen el mismo valor, razón por la cual el estudiante de ética debe prestar mucha atención a las implicaciones que están involucradas en cada una de ellas. También se debe tener en cuenta que cualquier consideración adecuada de la buena vida debe tener en cuenta las actividades de la vida como un todo y estas involucrarán sus relaciones con otros miembros de la comunidad en la que vive, así como aquellas que pertenecen solo a su individual. bienestar. El tema de la ética es realmente complicado. Para manejar esto con éxito se requiere madurez de juicio y familiaridad con una amplia gama de hechos relevantes. Los resultados de la investigación ética no pueden establecerse con el mismo grado de certeza que es posible en las ciencias más exactas. Sin embargo, se pueden obtener resultados fiables que pueden ser de gran ayuda para guiar a la persona hacia una comprensión más adecuada de lo que significa vivir lo mejor posible.
En la vida cotidiana hablamos de que una cosa es buena cuando cumple el propósito para el que existe. Por ejemplo, decimos que un cuchillo es un buen cuchillo si corta bien. Un árbol frutal es bueno si da el fruto que se espera de él. Ahora bien, el bien de cualquier objeto se encuentra no en lo que tiene en común con otras clases de objetos, sino en lo que es peculiar a su propia clase. Sería absurdo juzgar la bondad de un cuchillo o un árbol sobre la base de alguna función para la que ninguno de los dos fue diseñado. Si esto es cierto con referencia a los objetos físicos, la analogía vale para los seres humanos. Un buen hombre es aquel que cumple el fin por el cual existe el ser humano, y ese fin debe identificarse con aquellas características que distinguen al hombre de las demás criaturas. Para Aristóteles, este rasgo distintivo es la capacidad de razonar. Los llamados animales inferiores tienen sensaciones, sentimientos y esa clase de conciencia que incluye estos elementos, pero el hombre es el único animal que puede hacer juicios racionales, y por tanto es en el ejercicio de esta capacidad única que radica su bondad. Los críticos del punto de vista de Aristóteles pueden insistir en que el hombre tiene otras habilidades únicas junto con su habilidad para razonar. Es un ser social que puede participar en la vida intelectual de la comunidad. Tiene una habilidad estética que le permite apreciar y disfrutar lo bello del mundo que lo rodea. Tiene un sentido del deber y la obligación moral y puede adorar y adorar con celo y devoción religiosos. Aristóteles también reconoce todas estas habilidades, pero como ninguna de ellas puede funcionar correctamente sin el uso de la razón, las incluye todas como actividades que pueden ser guiadas y controladas por la propia naturaleza racional.
El hecho de que algunas actividades sean fines en sí mismas, mientras que otras son principalmente medios para algún fin, conduce a una importante distinción entre virtudes intelectuales y virtudes morales. Estos dos tipos de virtud corresponden en cierto modo a los dos elementos que componen el alma. Las virtudes intelectuales pertenecen al elemento racional y consisten en comprender, adquirir sabiduría, apreciar la belleza y actividades de naturaleza análoga. Las virtudes morales tienen que ver con el elemento irracional del alma y consisten en poner los apetitos y deseos físicos bajo el control de la razón. Aristóteles no considera los apetitos animales que son parte de la naturaleza humana como malos en sí mismos. Sólo cuando se descontrolan y hay un exceso o una deficiencia, son perjudiciales para el alma. Cuando están regulados de acuerdo con el «promedio dorado», hacen una contribución positiva a la buena vida. Por otra parte, las virtudes intelectuales nunca son excesivas, porque su realización siempre aumenta el bienestar de toda el alma.