Con su rostro blanco y cabello negro, su religiosidad represiva y su temperamento acalorado, Granny viene a representar todo lo que Richard debe luchar para escapar. Él y ella están en guerra. Al principio parece ser un conflicto irracional, pero pronto queda claro que un choque de temperamentos no es el único problema entre ellos.
El suyo es el primer rostro blanco que conoce y es el rostro al que más teme. Ella ha absorbido esas cualidades de la sociedad blanca que son intolerantes, puritanas, opresivas y fanáticas. Ella usa la fe adventista del séptimo día como arma para todo su veneno, tal como lo hicieron los protestantes blancos. Convierte su iglesia en una ciudadela de respetabilidad y tiranía. Se interpone en el camino de la curiosidad y los impulsos naturales de Richard.
La palabra de Dios es ley hasta en la actividad más trivial. Todo lo que es vivificante y placentero, incluso la comida, es pecado, vaciado de su sabor en vuestras manos. El hecho de que no pueda drenar a Richard de su energía juvenil, sus esperanzas y su espíritu la asusta. En consecuencia, está condenado a los ojos de su Dios.
El hecho de que ella sea físicamente blanca prepara efectivamente a Richard para la sociedad culturalmente blanca que lo rodea. Es irónico que lo que él obtiene de su religión, el lenguaje hermoso y el misterio del sonido y el significado, sea lo contrario de lo que ella quiere que él obtenga. Austera y despiadada, su carácter es un campo de entrenamiento para su desarrollo en la América blanca.
