Si eres un lector habitual, probablemente ya habrás notado que este blog tiene un gran interés por la literatura policíaca (Camilleri, Mankell, Padula, Marcalis…). Los lectores habituales ya habrán notado que tengo un gran interés en Personalmente, mi amor por el género comenzó con la serie de los Tres Investigadores y pasó a cosas más antiguas como Sherlock Holmes y los libros de Agatha Christie. Pero en medio de toda esa lectura adolescente, hubo un libro que me impactó enormemente. Era El candor del Padre Brown, de la colección juvenil de Anaya. Recuerdo perfectamente muchos de los relatos: el humor, la profundidad, la originalidad, el ingenio de muchas de las soluciones, el gordo y bonachón cura católico protagonista.
Ahora, muchos años después, he leído el segundo libro de la serie, La sabiduría del padre Brown, y tengo que admitir que me ha decepcionado un poco (sólo un poco).
The Wisdom of Father Brown es una colección de relatos divertidos, irónicos (como todo lo que escribe Chesterton), originales y desenfadados. También está escrita con una atención al estilo que no se encuentra en muchas novelas policíacas, con más interés en las tramas e investigaciones complejas que en los escenarios y personajes que abundan en la obra de Chesterton. Además, el personaje del padre Brown, con su aspecto muy poco atlético, su benevolencia católica y su espíritu campechano, sigue siendo uno de los detectives más «memorables» de la literatura.
Lo que me decepcionó de muchos de los relatos fueron las historias en sí: los crímenes y su resolución; no sé si eso significa que Sabiduría es inferior a Candor, o que simplemente no soy el tipo de lector que era de adolescente. Pero muchos de los desenlaces de la historia me parecieron inverosímiles o tramposos (como «El hombre del pasillo» y «La cabeza del César»). La búsqueda de tramas originales y resoluciones sorprendentes suele llevar a situaciones inverosímiles, y las resoluciones suelen ser historias con identidades confusas que sólo el padre Brown podría haber descifrado. Por otro lado, hay casos, especialmente en el primer relato, «La desaparición del señor Glass», en los que la solución es mundana. Quizá «El fin de Pendragón» sea el relato más logrado de este volumen. Esto se debe a que las pistas de su final estaban bien coordinadas, eran sorprendentes más que rebuscadas, y tenía el aura de misterio que recordaba de algunas de las historias del Candor del Padre Brown.
Además, y no puedo culpar sólo a Chesterton, hay un trasfondo claramente clasista, racista y machista en ciertas historias. Los italianos son apasionados y salvajes, los obreros son borrachos que deben tener cuidado, y los negros e indios son caníbales y hechiceros. Por supuesto, eran otros tiempos, y no debemos caer en la corrección política y censurarlos con carácter retroactivo, pero eso no significa que no debamos anotarlos.
En definitiva, repito lo que he dicho en el segundo párrafo. Es un libro que se puede leer con placer y disfrute. Si busca más complejidad narrativa y filosófica, puede buscar otras obras del propio Chesterton, como El hombre que fue jueves. Si no es así, y quieres seguir disfrutando de las aventuras del Padre Brown, estás de suerte, porque aún quedan tres volúmenes más….